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La indigestión de las perdices - un final de cuento de hadas

La indigestión de las perdices - un final de cuento de hadas

El príncipe azul

 

Cuando la luna de miel terminó (aunque ella no la dió por terminada hasta que cesaron las horribles cagaleras contraídas en el paradisíaco Cancún) se impuso la organización de una vida normal. Los siguientes meses los dedicaron a la frénetica actividad de crear una rutina que les fuera cómoda a ambos, sin apenas acuerdos verbales, simplemente cogiendo como base lo que a cada uno se le daba mejor o peor hacer.

Tras varios días de observación, quedó claro que Canicienta era una dechada de virtudes en todo lo tocante a la limpieza, cosa por otra parte innecesaria en un palacete repleto de servicio, y completamente negada en todo lo demás.

 

No sabía nada de actualidad, ni de moda, en las cenas de la alta sociedad a las que constantemente estaban invitados se la podía ver tiesa como un palo de escoba, con esa sonrisita suya de niña buena en la cara y una expresión en los ojos de auténtico desconcierto... y no digamos nada del tema sexo.... una auténtica abonada a la cofradía del santo mejillón cerrado.

 

Para ella tener relaciones carnales era una penitencia a cumplir dentro del matrimonio y por mucho que él lo había intentado, no había sido capaz de quitarle la idea de suciedad con que Cenicienta asociaba casi todas sus peticiones en la cama. Aun no se podía creer que él, actual Príncipe y futuro rey de toda una nación, no fuera capaz de convecer a su dulce y sumisa esposa para que le dejara comerle el potorro con cuchara, como les gustaba decir a los muchachos en la cantina. Ni siquiera le había valido el argumento de que, en caso necesario, disponían de toda una cubertería de plata labrada a mano. Igual era un acto un tanto cochino, sí, pero que no se diga que él no se esforzaba en darle un toque de "glamour".

 

Con estas y otras perlas por el estilo, lidiaba el buen príncipe con toda la paciencia de la que podía hacer gala, diciéndose para sus adentros que había hecho lo correcto casándose con Cenicienta, que el destino la había llevado hasta él de una manera tan clara que era imposible renunciar a la idea de que ella era el amor de su vida.. pero, entonces, ¿porqué esa sensación de error que le reconcomía por dentro? ¿porqué se descubría a veces mirándo a su amada con los músculos en tensión?

 

Debía reconocer al menos ante si mismo que ya habían sido varias las veces en las que después de escuchar un comentario de boca de su esposa, había tenido el impulso de exclamar "no tienes ni zorra idea de lo que estás hablando, cállate antes de que acabemos siendo el hazmereir de todo el pueblo!" pero siempre se contenía, lo pensaba, sí, y eso le hería, pero jamás se le escapó ni se le escaparía nada parecido; era su mujer, le debía un respeto, aunque le costara que le dejara en evidencia poniéndose ella en rídiculo delante de mariscales, condes, duquesas y demás ralea.

Pero era tan y tan mona... quedaba tan bién vestida con su vestido de volantes de gasa, calco idéntico del que ella había lucido la esplendorosa noche, meses a, en que se conocieron en aquella reunión de "lo que necesitas es amor" enmascarada como baile de bienvenida por su padre.

Recordaba perfectamente el momento en que la vió, allí de pie, con la mirada perdida, buscando entre la multitud algo que no sabía que buscaba: a él. Y le encontró, vaya si lo hizo.

 

El flechazo que les recorrió a ambos todavía coleaba al enfundarse ella el vestido que el Príncipe mandó hacer para poder verla siempre como el primer día, aquel que se dehizo cuando el reloj de la iglesia marcó las funestas doce campanadas. Su magnífica melena, sus enormes ojos azules, su radiante sonrisa, su piel de terciopelo y esa voz.... esa voz que le cautivó desde la primera sílaba que pronunció. "Sí", eso fué lo primero que le oyo decir, como respuesta a la pregunta "estás sola?" que él le soltó, a bocajarro y más nervioso que un colegial en su primer polvete. Él, Príncipe entre los Príncipes, galán por excelencia y partido más codiciado de su Reino y colindantes. Y al verla no fué capaz ni de tragar saliva sin atascarse.

 

Sin embargo ahora se veía atrapado en un matrimonio que no acababa de comprender y lo que era peor, no conseguía convencerse de que las cosas iban a mejorar. Su cabeza no dejaba de dar vueltas y más vueltas a todo lo que Cenicienta representaba y así, dejaba pasar un día tras otro.

 

 

 

Cenicienta

Desde donde estaba sentada, en lo alto de su torre, alcanzaba a ver gran parte de lo que ahora era "su territorio". Jamás soño poseer nada de todo aquello y ciertamente no conseguía entender porqué todo aquello era “suyo”. Siempre había estado allí y por lo que a ella se refería, siempre lo estaría. ¿Cómo era posible que alguien “poseyera” aquella preciosa puesta de sol? ¿quién podía presumir de ser el dueño del grácil vuelo de las grullas que ahora mismo pasaban graznando? Nadie. La tierra vivia ajena a su poseedor. No entendía pues la importancia de un papel en el que se indicara que aquello, todo aquello, pertenecía en realidad al señor que fuera.

 

Por primera vez en días, tuvo la necesidad de volver a su casa, a su cárcel, donde los días pasados entre sufrimientos y torturas al menos eran días conocidos, momentos en los que sabías perfectamente a qué atenerte, lo que iba a pasar y qué te podías encontrar.

 

Su vida de casada... no parecía ser lo que ella se había imaginado, aunque bién sabía, por boca de su querida madrina, que los hombres tenían... necesidades básicas que esperaban que sus mujeres supieran calmar, pero nadie le habló de lo humillante que resultaba enfrentarse a ello noche tras noche.

 

Ella había sido muy feliz entre su roña y sus malvadas hermanastras, aunque no lo supo ver hasta que le faltó todo aquello. Sus días tranquilos, con sus amigos los ratoncillos campestres y su fiel, aunque un pelín hijoputa gato, se le antojaban ahora de lo más apetecibles en comparación con aquella monotonía que le atacaba los nervios. Mil veces intentó remendar los calcetines de los habitantes del caltillo y mil veces le arrebataron los malditos criados la aguja de entre los dedos. Por mucho que ella intentaba acercarse a ellos y mostrarse cariñosa y atenta, estos la rehuían y cuchicheaban de ella a sus espaldas.

 

No era tonta, lo sabía, sabía que no la soportaban, que maldecían el día en que el Príncipe se fijó en ella. No sabía qué había hecho para que la odiaran con aquella efusión, pero, fuera lo que fuese lo había hecho sin querer, sin malicia, como absolutamente todo lo que hacía.

 

Las nuves negras volvían a cernirse a su alrededor... decidió que lo mejor que podía hacer para auyentarlas sería coger la escoba y, vigilando mucho que nadie la sorprendiera, limpiar las imponentes escaleras de acceso a la segunda planta.

 

Esa zona acostumbraba a estar desierta de presencia humana seis días a la semana, así que no debería temer que Froilán, el estirado y pegajoso mayordomo que habían puesto a su servicio desde el día de su llegada, le arrebatara su preciosa escoba, elegida personalmente por ella a un vendedor ambulante que había accedido a reunirse con ella para enseñarle la mercancía detrás de las caballerizas reales.

 

Oh, que admirables por elementales todos los artículos que ofrecía aquel profesional de la higiene! Tenía de todo: la mejor grasa para embellecer cualquier metal, plumeros hechos con plumas de ganso francés, ambientadores naturales fabricados con plantas puestas a secar con el mayor de los cariños, eso se notaba en lo inmutable de la forma de estas, ya que cualquiera diría que acababan de ser recolectadas. Lociones, ungüentos y demás parafernalia de limpieza, todo pulcramente ordenado en el carromato que había conseguido entrar en la zona prohibida para los plebeyos del reino. Ante aquella visión a Cenicienta le hacian los ojos chiribitas, se le iluminaba la piel y, algo que no reconocería jamás ante nadie ni mediante tortura, hasta se mojaba la ropa interior.

 

Por unos minutos podía olvidar el cambio que había dado su vida, cuando pasó de estar permanentemente ocupada a tener todo el tiempo del mundo para ella sola. Absolutamente todo. Y justo cuando no tenía nada que hacer con él. Ya no necesitaba arreglarse de manera especial rescatando un vestido antiguo, ni recolectar bisutería a espaldas de sus hermanastras para tener algo con que embellecer sus rasgos, ni hacer peripecias para conseguir escapar de casa y encontrarse así con su amor. Todo aquello ya no le hacía falta porque ya tenía a su gran amor, a su Príncipe. Pero entonces, ahora... qué?

 

Sabía que su Príncipe, su esposo, se disgustaría horrores si llegaba a enterarse algún día de sus escarceos con ese vendedor, aunque solo se tratara de asuntos totalmente profesionales. Es más, su enfado sería mayor por tratarse de esto último, estaba casi segura de que si se tratara de sexo, él la perdonaría con mayor facilidad, seguro que hasta pensaba que así se la entrenaban, dadas sus continuas quejas en lo que a unión carnal se refiere... pero no, no volvería a dedicar ni un segundo de sus pensamientos a aquello, solo imaginarse otra vez desnuda, debajo que de aquella sábana que le permitía permanecer tapada hasta el cuello mientras él hacía a través de aquel minúsculo agujero practicado en la tela lo que fuera que tenía que hacer. Ecs! Solo rememorarlo de pasada se le ponían tensos los músculos del cuello, dándole una apariencia diez años mayor que la real.

 

Todo debería ser tan maravilloso... si habían llegado al punto de comer perdices, porqué ahora no conseguían ser felices? A lo que tenían no podía llamarse felicidad, de eso estaba convencida, imposible que lo fuera si al mirar hacia el pasado sentía una añoranza tal que la quemaba por dentro y al pensar en el futuro, se le formaba una gran bola de mocosidad en el cuello que no la dejaba respirar. ¿No dicen que cuando el pasado es un constante punto de referencia es que algo falla en el presente? Pues estaba claro cual era el fallo de su hoy: no estaba enamorada, simplemente había creído estarlo, al igual que le había pasado a su apuesto galán. No había culpables, solo unos inocentes soñadores.

 

 

Cenicienta y el Príncipe azul

-Estás segura de que esto es lo que quieres?- Dijo el príncipe con el ceño fruncido y la mirada baja, centrándose en las puntas de sus lustrosos zapatos.

 

-Sí, lo estoy, totalmente convencida.-

 

-Pero sabes que tu vida está a mi lado.-

 

-Y tu sabes que así ni tu ni yo conseguiremos ser felices. Juntos no.-

 

-.... No sé qué decirte... estaba convencido que funcionaría, de que lo nuestro estaba escrito en las estrellas, al menos es lo que siempre creí.-

 

Con gesto derrotado saltó del carromato que les había traído hasta la masía/palacete que pasó a manos de Cenicienta una vez que su madrastra e hijas fueron puestas entre rejas, acusadas de alta traición a la corona. El estado de la propiedad era a todas luces lastimoso, parecía abandonada desde hacía lustros, cuando a duras penas habían pasado seis meses desde que todo aquello sobrevino.

 

Las plantas silvestres y malas hierbas crecían desbocadas, unas cuantas gallinas desperdigadas y medio calvas picoteaban las deposiciones del caballo, vendido hacía solo unos días.

 

Nadie se había ocupado de aquella casa que con tanto cariño y devoción ella cuidó mientras vivió allí. Por obligación, es cierto, pero también con el orgullo de una matrona que da lo mejor de si misma para con lo que la rodea y hace que esa dedicación se veo reflejada en cada uno de los brillos de limpieza que el sol arranca de cada esquina frotada, pulida y abrillantada.

 

Era su sitio, era su hogar, allí es donde sentía que tenía que estar.

 

-¿Te veré aunque sea de vez en cuando? ¿querrás venir a alguno de los bailes de sociedad? ¿no? ¿me dejarás que pase a visitarte, entonces? – suplicó el Príncipe con la voz rota y lágrimas en las mejillas, atrayéndola hacia él con una pasión y que no había demostrado desde la primera noche de casados.

 

-No. Sabes que no. No lo hagas más difícil. Lo único que debes pensar es que estoy donde quiero estar y con las cosas que me hacen feliz. Mis ratoncitos, mi huertecito, mis escobas...- Le contestó Cenicienta sin mirarle a los ojos.

 

-Eres especial querido Príncipe, - continuó- eres muy especial. Pero no encajamos y los sabes. Yo te haría desgraciada al no poder ser la gran Reina que algún día necesitarás a tu lado, y creeme, conozco mis limitaciones, nunca lo seré. Te recomiendo que pases a visitar a mis hermanastras por prisión, ellas podrán darte seguramente todo lo que necesitas. Saben comportarse ante la ralea, tienen la educación y las maneras que yo no tengo y concretamente Anastasia posee fama de ser bastante guarrilla entre las sábanas, hasta oí comentar que se deja comer lo que sea mientras la cucharilla sea de fina plata labrada...

 

Una sombra de enfado pasó fugazmente por la cara del Príncipe

 

-Bién, pues si eso es realmente lo que quieres... –

 

Aunque intentó decirlo en tono resentido, no pudo evitar que su mirada delatara el alivio que le suponía que ella hubiera tomado la decisión de separarse y que ahora la mantuviera a pesar de sus falsos ruegos. Solo imaginar que se volviera atrás y le pidiera volver a palacio, hacía que la sangre se le agolpara en las sienes y el resto de su cuerpo se quedara blanco como la leche, mientras un sudor frío le recorría la espalda. Tan cerca de la libertad y perderla ahora.... no podía permitirlo, no podría soportar que le pusieran la miel en los labios y después se la quitaran sin miramientos. A él no, él era el Príncipe.

 

Dejó a Cenicienta deshaciendo sus maletas, con los cuatro cachibaches que ya tenía antes de mudarse, verdaderas atrocidades que ella se había empeñado en conservar tras la boda, y que según el Príncipe tendrían que haber hecho arder en una enorme pira junto con el resto de la masía.

De su matrimonio, de su fracasado matrimonio, solo había rescatado el vestido de la noche en la que se conocieron... su vestido.

 

Cuando la vió sacarlo de la maleta, retirar el papel de seda, recorrer con sus dedos los suaves adornos, las casi invisibles costuras... por un momento se vió sucumbir al deseo de volverla a tener. Fue entonces cuando ella se giró y, con el vestido aun en sus manos, y una sonrisa de felicidad que casi le daba la vuelta a la cara, le dijo:

 

- Con esta tela tan buena no me faltarán paños para el polvo en muuuuucho tiempo.

 

Y ahí es cuando el Príncipe decidió que en su puñetera vida volvería a comer perdices.

 

Estafada per la Generalitat.

Estafada per la Generalitat.

Al Octubre del 2004, any del naixement de les meves filles bessones, vaig fer la sol·licitud al Departament de Benestar i Família de la Generalitat de Catalunya per tal de percebre la prestació econòmica per infant a càrrec.

L'any 2005 la vàrem tornar a cobrar després d'acceptar la petició que ens van enviar per correu ordinari. Malauradament i sense que ens hagin sapigut dir el motiu, aquesta carta de confirmació d'ajuda no va ser rebuda l'any passat, el 2.006.

En cap moment la administració s'ha adreçat als pares per comunicar que hi hagués qualsevol problema amb la petició d'ajut (en la mateixa indica un codi que serveix per poder confirmar la sol·licitud via internet o telèfon i al no tenir el codi no es va poder confirmar) Si truques per demanar informació et diuen que això es un tràmit que ocupa tot l'any i que has d'esperar... fins que passa l'any i llavors ja no tens dret a cobrar.

Avui mateix m'he personat a les oficines del departament de Benestar i Família a on, això sí, de molt bones maneres, m'han dit que podia posar una reclamació per l'import no cobrat, però que ja m'avançaven que dubtaven molt que ho arribés a cobrar algun dia.

Perquè haig de deixar de percebre un ajut que en tot cas es l'única misèria que rebem de la Generalitat per un error que han comès ells? i encara ens sentim més indefensos al escoltar que, encara que es cert que es van equivocar al no remetre'ns la carta de confirmació l'any 2006, encara que tenim raó al demanar els diners que ens pertoquen i que s'han quedat "por la patilla", ni poden ni podem fer res al respecte.

Ja vàrem patir les incoherències d'una Generalitat que obre un nou ajut per naixement de bessons i ens informa de que no el podem percebre perquè les nenes han nascut 3 mesos abans del que hagués estat menester... què passa? que al haver nascut al 2004 ja no son bessones? que al tenir 3 mesos al entrar en vigor la llei ja no son bebès?

S'ha de tenir molta cara i poca vergonya per fer campanya dels ajuts per tenir quitxalla i després deixar que la gent es trobi amb aquestes misèries que et donen i a sobre, que has de reclamar gairebé suplicant. Indignant.

Lluitarem per que ens tornin el que es nostre, el que ens han esquilmat de mala manera i ho farem trucant a les portes que facin falta. Però, no sé perquè, em fa l'efecte que aquestes ajudes son només això, una bona e irreal publicitat per part de la Generalitat, que cada vegada s'ocupa menys de la seva gent.

Bienvenido a la era “revival”

Bienvenido a la era “revival”

Si como yo tuviste la suerte o desgracia de nacer en los 70, seguramente tendrás la misma sensación que me viene persiguiendo a mi desde hace ya unos años: todo vuelve.

 

La cosa empezó a llamar mi interés principalmente por la música. Debo reconocer, aunque con dos dedos tapándome los ojos y la cabeza gacha, que una de las costumbres que el tiempo a dejado incólume en mi, es la de escuchar una... mmmm... vamos a llamarle “popular” cadena de radio: Los 40 principales. Qué le vamos a hacer, al menos me queda la excusa de no estar haciéndole daño a nadie...

 

Recuerdo que estaba yo en la ducha, haciendo mis pinitos matutinos como bailarina acuática, cuando empezaron a emitir una canción de Mecano.

-Ya está, ya me ha vuelto a cambiar las presintonias de MI radio y me ha encolomado RAC 105 en primera posición. – fue lo primero que pensé.

 

Pero la canción que sonaba contaba con un ligero matiz moderno que no conseguía reconocer del disco, evidentemente de vinilo, que yo poseía desde mis años mozos y en el que salía la misma canción que ahora sonaba “yo soy uno de esos amantes....trilolilolilo”. Decididamente el trililolilo de esta versión sonaba diferente...y lo era, en cuanto la conocida melodía acabó, un locutor “estándar” de la emisora (os habéis fijado en que son todos iguales? A veces creo que la cadena son 3 personas que se van turnando) informó de que ¡¡¡Por Fin!!! disponíamos de  nuevo álbum de Ana Torroja con las mejores canciones de Mecano remasterizadas.

 

Mi primer pensamiento al respecto? Mira tu qué bien, qué gracia, Mecano, qué recuerdos, qué añoranza de aquellos años en los que una aun no había entrado en el mundo de los pecados, de cuando todavía se podía ser feliz sentada en un banco de un parque con una bolsa de pipas mientras se comentaba lo que fuera con los que en otro tiempo fueran tus amigos del alma... y ahí quedó la cosa.

 

Al cabo de pocos días me encontré con un amigo por la calle al que le brillaban los ojos de alegría. No me costó mucho sacarle el porqué: llevaba debajo del brazo una caja de DVD con la temporada completa de Oliver y Benji!!!! Mientras me lo contaba, notaba como sus dedos acariciaban una y otra vez el archivador, como para asegurarse de que era real, de que seguía allí. La verdad, me dio un poco de miedo..

 

Cuando llegué a casa lo comenté con mi pareja, el fan de RAC 105, y cual sería mi sorpresa cuando, no solo se emocionó casi hasta las lágrimas cuando le dije que sí, que creía que era la colección completa y original, sino que prácticamente me arrolló de camino al móvil para llamar a nuestro amigo y rogarle una copia del material. Percibí una pequeña posibilidad de que mi querido novio no encontrara desproporcionada la emoción que sentía nuestro amigo.

 

Hasta el momento la cosa había tenido sus momentos de gracia y añoranza incluso, pero llegó el día en el que al ir a dejar a mis retoños en manos de mis suegros, quise indicarles los canales del TDT que ofrecen dibujitos casi todo el día, para poder tener a las furias entretenidas...

-No, no, si no hace falta, les hemos comprado unas colecciones de dibujos que creemos que les gustarán más. – Soltó tan fresco mi suegro.

 

Dios mio!! Allí estaba mi niñez televisiva al completo! Ante mi se desplegaban  Heidi, Jaqui y Nuca, la abeja Maya, Marcos... Por un momento creí haber sufrido una regresión por estrés y me pude ver viviendo en medio de una realidad virtual creada por mi cerebro, que me impedía pasar de los 10 años de edad. Pero no, una patada en las espinillas hecha con todo el amor de una hija me hizo volver al presente y, con la boca abierta, atiné a preguntarle a mi suegra por la exposición de DVD’s.

-Ay hija, pues son de una colección que ofrecían por la tele. 

Claro, de lo más normal, como ahora ya no hacen dibujos infantiles hay que tirar del pasado. El tema de la evolución pasó rozándome el entendimiento, pero preferí no dar alas a las preguntas que tenía en mente, por no preocupar a mi familia política inútilmente por mi bienestar mental.

 

A partir de ahí mis ojos buscaban “revivals” allá donde fuera. Y los puñeteros atinaban con una media sorprendente de aciertos. Todavía me afloran las lágrimas de emoción al ver la primera botella de leche Letona que entró en mi casa después de años y años de darla por perdida. Incluso con el mismo diseño de etiqueta!

 

Está claro, lo que vende hoy en día es la añoranza, el ver un cacho de tu pasado en tu presente y suspirar por lo que se tuvo. El poder enseñar a tus hijos, con una sonrisa bobalicona pintada en el rostro, los bollos que nosotros nos zampábamos en el recreo, que casualmente han vuelto al mercado con las mismas promociones de antaño (en serio, ¿alguien conoce a algún crío que se haga las colecciones de cromos del fútbol español?) dar una vuelta con la familia montada en un coche escarabajo de los modernos con estética de años 60, mientras en el cargador de CD’s se apretujan los recopilatorios de 20 grupos de música desaparecidos del mapa hace un mínimo de 20 años y que ahora, oh milagro de los milagros, se han vuelto a juntar.

 

Ya hace un tiempo que no me molesta el “revival”, una vez aprendes a vivir con los fantasmas del pasado que te visitan continuamente, la cosa no está tan mal. De echo, a mi me va perfecto, ahora cuando algún invitado a mi santo hogar nos complace con un comentario sobre la falta que le hace al piso una reforma integral, le soltamos tranquilamente

-No, si es que es así, puramente “revival”. - Y tan anchos oye.

Escatológicamente hablando

Escatológicamente hablando

Releo una revista femenina muy conocida de hace unos meses... siempre queda alguna agazapada en el taburete del lavabo de casa y se agradece cuando no hay nada más a mano que la lista de ingredientes de tu champu de uso frecuente con moléculas de algodón, fécula de trigo inflado y miel de las planicies mayas.

A mi una revista como esta me puede durar más de un més, mis visitas al lavabo son directas y concisas, sin más preámbulos que los necesarios y sin más dilaciones que la localización de un sustituto al rollo de papel vacío.

No puedo hacer nada más, soy así, voy a lo que voy y adiós muy buenas, no me despido ni miro atrás, lo que se queda allí es porque allí es donde se debe quedar. Esto explica la larga vida que puede llegar a tener una de estas publicaciones en mis manos, ya que no tengo otro rato muerto al que dedicar la lectura de chorradas varias que mi rato escatológico diario, y bien mirado, le va que ni anillo al dedo: una ambientación de mierda para un final de idem.

Repaso por encima uno de los artículos: como ganar confianza en una misma y así mejorar profesionalmente. Está bien, es entretenido, lleno de chorradas, pero al menos te hace reir y eso va genial para el cutis, dicen. Siempre quise saber porqué no me ascienden en mi empresa, y ahora ya lo sé: porque tengo la fea costumbre de no conjuntar mi bolso con mis zapatos. Acabáramos... de leches contra las baldosas me daba por no haberlo pensado antes.

Aquí tenemos un clásico: si dejo de comer porquerías varias podré agenciarme un pedazo de cuerpo Danone que aunque en primera línea no me sirva para ascender (ahí ya entraríamos en el saber hacer de cada una), me elevará la moral 10 puntos, lo que hará que mis superiores se fijen en mi por mi buen rollito matutino y me conseguirá en un visto y no visto el preciado ascenso.

También he aprendido que un motivo primordial para solicitar un aumento de sueldo es que este me tiene que cubrir los gastos que suponen usar unas 15 cremas diarias para mantener la hidratación (cada una de ellas específica para una parte del cuerpo), otras diez para combatir las arrugas, otras 8 para la  flaccidez, y como no, unas tres o cuatro (dependiendo de la fase de la luna en la que nos encontremos, evidentemente) para exfoliaciones varias.

Después de un repaso rápido compuebo que la regla básica de toda publicación femenina que se precie se cumple también en el número de este mes, a saber: como mínimo debe contener un párrafo (si puede ser una columna mucho mejor y si ya es todo un artículo es la bomba) sobre el avance desmesurado de la bulimia//anorexia, que denuncie la obsesión por la delgadez como única vía hacia la belleza, que ensalce la hermosura de un interior sin mácula, que te intente convencer de que lo de fuera es lo de menos.

A mi más de una vez casi me convencen entre pedo y pedo, la pena es que después avanzas página y te das cuenta de que te han estafado, de que si te pones a buscar, ni en broma encontrarás una sola imagen en toda la revista de una mujer que supere los 55 kilos. Igual podrían intentar explicarnos que sí, que la belleza está en el interior, pero que el interior no sale en las fotos y algo hay que poner. Y a ver qué les argumentas.... , menos mal que, como ya he dicho, en estos menesteres soy de las de la vía rápida y antes de darle más vueltas al caso y como a la hora de la verdad las hipocresías me cansan, me limito a finalizar mi aportación a la cuota anual de abono; doblo la revista, la deposito en equilibrio sobre unos cuantos suplementos del motor, y me subo la bragueta.

Faena hecha.

Y yo cuando cruzo?

Y yo cuando cruzo?

Debe ser que peco de ingénua.

Cuando me digeron que se iban a aprobar una serie de leyes basadas en el civismo, me dió por ponerme a soñar.

Oh, que feliz sería si por fin, por fin! pudiera cruzar un paso de peatones de cualquier calle de Barcelona sin detenerme a esperar que no pasen coches.

Que es que yo antes pensaba (hasta que me saqué el carnet de conducir) que los pasos de peatones, o pasos de cebra, eran un aviso al peatón, algo así como un "parate aquí o no respondo" hasta que no hubiera medios de locomoción en tránsito y fuera posible cruzar.

Después llegó mi carnet y con él la gran verdad: es el peatón el que tiene preferencia!

Gran incógnita que se cierne sobre mi. Entonces, ¿Porqué nadie lo cumple?

En mi ya comentada ingenuidad se me ocurrió un día, al volver de recoger a mis dos hijas de la guardería, intentar llegar al otro lado de mi calle usando el paso de peatones, lo que me libraba de andar tres manzanas más hasta el semáforo, justo cuando estaba por pasar un coche de la policia (sin luces ni serena, entiendo pues que sin urgencia)

Y yo que voy y pienso, "ah, este fijo que se para".

Me fue de poco de no perder las cejas de lo cerca que me pasó.

Ahí empecé a sospechar que la nueva ley igual no tocaba el tema del peatón vs la cebra... pero no me di por vencida y ya que me había lanzado lo quise completar. Cruzaría por el paso de peatones por mis narices. Así que decidí que mejor era esperar a que me dejaran pasar... esperar... esperar...

"A ver, que parece que este quiere parar... ah, pues no. Claro, es que no me ven, como este anormal ha aparcado su camioneta de lunas tintadas justo al lado del paso de cebra...me adelantaré un poco más..." y así, más cerca de la línea del centro que del arcen, me puse a pensar que esa vez parar paraban seguro, que me veian perfectamente, a mi y al carrito doble de mis hijas, estrategicamente situado detrás de mi, para cuando viese el camino despejado poder tirar de él y plantarlo en la acera contraria en 1.1 segundos.

Pero no, este tampoco para, es más, me hace un gesto con la mano bastante elocuente que creo que tiene algo que ver con que entre el carro doble y yo, ocupe casi la totalidad de la calzada.

Unos veinte coches más y ninguna para. No me rindo, tengo que pasar y pasaré!!!

Por fín!! sííííí! aun existen buenos samaritanos entregados a las normas de circulación, uno de ellos ha parado su vehículo y me da paso! mientras cruzo hago reverencias a mi semi dios motorizado, todavía incrédula de que esté, a fin de cuentas, cruzando mi calle... snif... la emoción me embarga.

Al subir el carrito a la acera me giro para despedir a tan excelente conductor y veo el motivo de su generosidad: lo que quería era que abandonara ese lado del paso de cebra para poder estacionar allí su vehículo.

Si llego a pasar por esa intersección cinco minutos después, ni siquiera hubiera podido intentar cruzarla, el coche de mi supuesto benefactor me lo habría impedido, entre el susodicho vehículo y los circundantes no entra ni un carro de la compra, menos uno cargado con dos crias, dos mochilas, tres bolsas del super, el pan y el periódico.

Con resignación y bastante desmoralizada me he prometido a mi misma que la próxima vez que tenga que cruzar por ese punto me llevaré una botella de agua, una ración de comida en fiambrera y una mantita para la noche, que refresca.

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